INTERNATIONAL ASSOCIATION for MEDICAL ORTHODONTICS: ¿Por qué? ¿Para qué?

La idea de la IAMO (International Association for Medical Orthodontics) surge de los propios avances tecnológicos en nuestra especialidad (ortodoncia digital, realidad virtual y aumentada, microimplantes y MARPE, nuevos aparatos digitales y ortopédicos 3D y sinterizados, guías digitales en cirugía ortognática, etc.) que están favoreciendo tratamientos de alta eficiencia médica, es decir, con amplias repercusiones en la salud integral del individuo. Siempre he mantenido que nuestra especialidad, una de las más antiguas de las ciencias de la salud, tiene el sambenito de su palmario desconocimiento, no ya por el público general, sino por los propios dentistas. Esto ocurre en un momento donde distintas especialidades médicas parecen estar redescubriendo los beneficiosos efectos de nuestras terapias sobre la salud, el crecimiento y el desarrollo dentofacial de sus pacientes.

Los alineadores representan el futuro de la Ortodoncia, pero no todo su futuro; son un sistema altamente tecnológico que ha aportado mucho a nuestra terapia y ha posibilitado el tratamiento de miles de adultos que, de otra manera, no se hubieran tratado de ortodoncia por rehusar los brackets y los sistemas más tradicionales. Me gustan, me encantan, los alineadores y su horizonte será ilimitado por la progresiva mejora de los programas de inteligencia artificial, los polímeros con memoria de forma y su indudable aceptación por los pacientes. Creo que tan fulgurante éxito a forzado a las compañías a meterse en camisas de once varas al buscar soluciones ortopédicas (avance de la mandíbula y expansiones maxilares en niños) cuestionables que exceden su etimología (alinear los dientes). No pocas clínicas han prescindido de su ortodoncista y hacen pasar por el embudo de los alineadores todos sus tratamientos, desterrando los sistemas ortodóncicos más clásicos.


Creo que se ha creado una especie de círculo vicioso donde muchos profesionales, sin conocimientos de ortodoncia, han visto funcionar (según ellos) muy bien estos tratamientos, lo que les ha hecho cuestionarse la necesidad de tener un especialista en su consulta e, inconscientemente, pensar que la ortodoncia no tenía la dificultad que otrora creían. Todo se reduce a qué objetivos terapéuticos se marca el dentista general (muy centrado en el alineamiento y apariencia de los conocidos como los social-six, los dientes más importantes estéticamente en la sonrisa) o el especialista. Muchos dentistas tienen como parámetro de referencia la satisfacción del paciente, nada más, y eso creo minusvalora lo que la ortodoncia (de verdad) puede hacer por el paciente. Es cierto que los ortodoncistas hemos pecado de buscar la quintaesencia, el santo grial de la oclusión y la mejor función, que nos obsesionamos con no conseguir la Clase I perfecta o el milimétrico centrado de las líneas medias, y, por tanto, todo se reduce a una cuestión de matices.

Llevo más de treinta años como profesor y he formado, con mayor o menor fortuna, a muchos especialistas de España y el extranjero, tratando siempre de compatibilizar mis dos profesiones (la de ortodoncista clínico y la de profesor-investigador). El resplandor de los alineadores parece haber cegado a muchos jóvenes que, como los dentistas generales, creen que la solución a las demandas y maloclusiones de sus pacientes se encuentra en hacer unos cuantos registros y un escáner que enviar al planificador de turno. De esta idea se deriva que hacer un postgrado de tres años o estudiar las bases anatomofisiologías del movimiento dentario o la ortopedia dentofacial (por no hablar del diagnóstico, el plan de tratamiento o la biomecánica) es una pérdida de tiempo. Esta realidad la podemos palpar en los congresos de la especialidad, más en España que el extranjero, donde los jóvenes ortodoncistas creen saber ortodoncia simplemente por el número de pacientes que tratan con alineadores. Otra prueba de esto está en la actual formación y capacitación de los profesores, no ya solo en las universidades españolas, sino de todo el mundo.


Para complicar más este panorama, y precisamente por ello, están apareciendo antiguas escuelas pseudocientíficas, y un poco esotéricas, que bajo los epígrafes más chocantes (ortodoncia holística, ortodoncia neurofocal, rehabilitación neurofuncional o neurooclusal) actualizan ideas, cuando no disparates, que la evidencia científica había desterrado hace años, dando a sus supuestos aparatos unas virtudes casi mágicas a la hora de cambiar la oclusión y el crecimiento craneofacial de los pacientes. Esto, lo digo con la mayor humildad y cariño hacia alguna de estas escuelas, es un síntoma de la pésima formación de muchos de los nuevos ortodoncistas cuyo desconocimiento de la verdadera ortodoncia les hace tragar con ruedas de molino. Nunca, y en esto incluyo a muchos de los payasos que se han erigido como líderes del universo plástico, en la ortodoncia española se ha visto a tantos vendiendo humo, con la anuencia y aplauso de una mayoría donde el brillo del metal conseguido con los alineadores le ha creado el espejismo de ser grandes ortodoncistas.

¿Qué han hecho los ortodoncistas de toda la vida, los de buena formación, los de mi generación? Pues simplemente retirase a sus cuarteles de invierno, han ido a uno o dos congresos y viendo el percal de los asistentes han huido pensando que su tiempo ya había pasado y que había que dejar paso a las nuevas generaciones; craso error. Mi objetivo como profesor es formar nuevos especialistas e intentar que estos tengan éxito clínico (buenas consultas en el centro de la ciudad y con muchos pacientes) y que me superen en conocimientos y resultados clínicos. El éxito de la mayoría de mis exalumnos y residentes es innegable y espero que San Pedro lo tenga en cuenta cuando me encuentre con él. Lo segundo, su formación y lo que puedan aportar a la historia de nuestra especialidad, aún está por ver.

IAMO no es nada nuevo, sino que hunde sus raíces en los inicios de la propia odontología, antes de su artificial divorcio con la medicina. Cada día estoy más convencido que no fue fruto del azar que el arranque de la ortodoncia moderna partiera de los conceptos de forma-función y de crecimiento del hueso alveolar de un médico, el eminente EH Angle y que otros colegas de profesión también fueran los fundadores de la Escuela Europea Funcional de los Maxilares. Son médicos y patólogos los que nos hablan, a finales del Siglo XIX, sobre la relación entre la función masticatoria o las fuerzas alrededor del Pasillo de Tomes en el desarrollo de las arcadas dentarias (hablamos de Fox, His, Kingsley, Calvin Case, Herbs o P. Robin). Adelantados, como el zoólogo y embriólogo alemán Roux, a finales del XIX, alumno aventajado de Ernst Haeckel, ya hablaba de la biomecánica del desarrollo y el papel de lo que hoy consideramos epigenética, en el desarrollo y crecimiento de los tejidos duros. El mismo EH Angle bebió directamente de la influencia de la función (masticatoria) en la osteogénesis y consideraba a la maloclusión como una enfermedad/deformidad con su etiología, patogenia y plan de tratamiento causal. A mi me gusta, superando la simplista clasificación de Angle o incluso WR Proffit, hablar de síndrome de Clase II o de Clase III o de Mordida Abierta, como un conjunto de signos y síntomas que pueden estar limitados a los dientes o abarcar bases esqueléticas, músculos y ligamentos, articulaciones y función. La historia de la Ortodoncia siempre se ha basado en los pilares de la medicina y uno se siente orgulloso de su alto contenido científico (heredabilidad de las maloclusiones del neomendelenista Ch R Stockard, la ley del anatomista Wolf del desarrollo óseo, asimilada por EH Angle en la descripción de su primer aparato, el “Bone-Growing-Appliance”, la cráneometría y cefalometría, los estudios sobre la erupción dentaria (F. Noyes) y la histofisiología del movimiento dentario ortodóncico, etc.). Al poco tiempo de inventarse la teleradiografía estandarizada los clínicos ya estaban buscando el efecto de sus aparatos no solo sobre los dientes, sino sobre el complejo craneofacial. Los experimentos posteriores en monos de Harvold, Graber o McNamara, entre otros, asombrarían a la medicina sobre las posibilidades terapéuticas de los sistemas ortopédicos tradicionales y el papel jugado por la obstrucción artificial de las vías aéreas superiores, o el cambio de la posición lingual, en las variaciones encontradas en el crecimiento de la cara. Incluso ortodoncistas, no médicos, dieron un verdadero enfoque integral a los tratamientos, como A Björk o RM Ricketts al estudiar y valorar el crecimiento dentofacial y los efectos que la respiración oral y/o la obstrucción de las vías aéreas superiores podrían provocar en el mismo.

En España, y en mi generación, para poder llegar a ser ortodoncista era necesario primero ser médico, cursar 6 años de medicina, seguidos de 2 años de estomatología o 3 años de odontología, para después hacer un postgrado de ortodoncia a tiempo completo de 2 o 3 años. La verdad es que pocos compañeros pensaban a priori ser dentistas y menos ortodoncistas, pero la conjunción de las malas salidas profesionales de la medicina, producto de su demagógica masificación, y las buenas perspectivas económicas de la estomatología/odontología decantaron a muchos por unirse al gremio. Haciendo un poco de autocrítica he de reconocer que, salvo excepciones, como mi padre, Juan S López Arranz, los hermanos Canut, Lucas Tomás, Antonio Bascones, Duran Von Arx o Juan Pedro Moreno, entre otros, los vasos comunicantes entre los dos mundos no funcionaron; ni la medicina supo ampliar sus conocimientos a la erupción, la ATM y el crecimiento dentofacial, ni la ortodoncia ver el caudal de valiosa información que el médico recibía. En mi caso, y con la idea en el horizonte de hacer ortodoncia, desde primero de medicina, me pase media carrera de alumno interno en antropología física y neuroanatomía, lo que hoy me da una perspectiva totalmente diferente de nuestra amplia especialidad.

El aspecto cosmético de la ortodoncia se ha popularizado en la actual sociedad de hiperconsumo; solo baste ver las astronómicas cifras de facturación de las compañías dedicadas a la fabricación de alineadores, productos de blanqueamiento o de los laboratorios centrados en carillas y coronas. Esta pasión por una sonrisa blanca, de dientes grandes y perfectamente alineados, este canon uniforme, es la marea que inunda nuestras consultas y por la que los pacientes están dispuesto a pagar buenos dineros. Es verdad que la principal virtud de la ortodoncia es la mejora de la calidad de vida de los pacientes, haciendo que muchos adolescentes no se tengan que avergonzar de su sonrisa, o disimular acomplejados su exhibición; incluso que aquella creada por la ortodoncia sea un gran apoyo de autoafirmación y seguridad en el desarrollo de su personalidad en una etapa tan complicada y crucial de su vida; esto, también es medicina.

El concepto de Ortodoncia Médica presenta dos problemas según la orilla desde la que la observamos: desde la medicina, el desconocimiento de todo lo relativo a lo “dental” de los médicos, y desde la ortodoncia, la perspectiva incompleta o distorsionada de las bases comunes a ambos campos. Incompleta por falta de conocimientos de anatomía y fisiología neuromuscular, entre otros, de la mayoría de los ortodoncistas, y distorsionada por basar algunas escuelas de la especialidad sus teóricos “principios o leyes” en el más puro empirismo o en trasnochadas teorías decimonónicas.

Nadie duda hoy de la multilateralidad transdisciplinar del tratamiento de muchas patologías que afectan a nuestra encrucijada fisiológica: obstrucción de vías aéreas superiores, problemas de colapso esquelético maxilar, de retrusión y/o posición alterada mandibular, de dolor-disfunción de ATM, problemas de masticación, deglución y fonación, etc. Veo difícil para el otorrinolaringólogo, el neumólogo, o el especialista médico en patología del sueño, valorar el papel del tamaño y posición de los dientes y maxilares en la roncopatía o el SAHOS de un paciente; cuando el problema de ATM se asocia, como factor causal o concausal, a una maloclusión severa, el diagnóstico y posible tratamiento requiere del concurso de un ortodoncista con una sólida formación en este campo. Hoy el MARPE, por ejemplo, está abriendo un nuevo horizonte terapéutico y logrando mejoras médicas, en el campo de la ORL y la patología obstructiva del sueño, que muy pocos conocen fuera del ámbito especializado.

Respetando al máximo la parte estética o cosmética de nuestra especialidad (no se juega con las cosas de comer, dicen en mi tierra) no debemos solo de defender y poner de relieve su parte médica, sino convertirnos en verdaderos misioneros hacia los distintos estamentos del ámbito de la salud. Tres botones de muestra: las clases impartidas en el grado de medicina (en la disciplina de Odontología para Médicos), las conferencias hospitalarias para médicos o en la Real Academia de Medicina de Galicia. Los colegas quedan asombrados de tres cosas: nuestro campo de diagnóstico y actuación, el complejo dentofacial, que excede al de la odontología convencional, el carácter médico, en sentido etiopatogénico, del origen y perpetuación de las maloclusiones y los resultados tan increíbles obtenidos en la sonrisa, la función y la estética facial con procedimientos relativamente sencillos y poco invasivos. Los beneficios médicos aportados por la ortodoncia suelen ser un regalo, a mayores, de los que inicialmente viene demandando el paciente y sus padres. No es infrecuente que la madre traiga a su hija por un resalte aumentado, por una circunscrita proinclinación de los incisivos superiores, y la terapia sea capaz de mejorar, además, su respiración, de oral a nasal, por la expansión del maxilar, conseguir un correcto sellado labial en reposo, y mejorar la estética de su cara y su funcionamiento de la ATM por el desbloqueo, ya no digo estímulo de crecimiento, de su mandíbula. Los ortodoncistas casi siempre damos mucho más de lo que recibimos.

¿Por qué es importante en este momento esta Asociación Internacional de Ortodoncia Médica?

Evidentemente no se trata de revindicar que nuestra especialidad sea parte de la medicina, pero sí que debemos de ampliar la vereda, que paralela a la estética y la cosmética, conciencie más a la opinión pública sobre las ventajas médicas de nuestros tratamientos. Santiago de Compostela es una pequeña y preciosa ciudad universitaria con una potente y prestigiosa universidad, donde es muy fácil comunicarse entre los profesionales; siempre hemos tenido un hilo conductor muy directo entre médicos y dentistas. Yo veo el gran interés de los compañeros médicos por nuestra actividad y, en este momento, tenemos un flujo de trabajo envidiable entre nuestra Facultad y el Complejo Hospitalario de nuestra Universidad; a pesar de nuestros limitados recursos somos la segunda universidad de España en publicaciones y prestigio, gracias a la calidad clínica y esfuerzo investigador de mis compañeros de claustro. Nuestra Facultad, más allá de su prestigio, presenta la extraña rareza, más para una ciudad pequeña donde se concentra la competencia, en que la mayoría somos buenos amigos desde hace más de veinte años.

Esta Ortodoncia Médica aparece en un momento especial de nuestra especialidad, donde muchos jóvenes dentistas creen que esta se resume en el manejo de una plataforma de alineadores, ya que estos van a desplazar al resto de aparatos y sistemas de tratamiento. No me cabe duda de que algo de esto será verdad, la inteligencia artificial, la mejora de los escáneres y programas y los polímeros con memoria de forma, ampliaran las posibilidades de los alineadores y, también, el número de pacientes que los eligen como su sistema de tratamiento. Pero la progresión de esta modalidad terapéutica ha de ir en paralela consonancia con la mejora de los sistemas tradicionales. Este es un punto clave que hay que destacar. En no pocas clínicas, la última tecnología en alineadores o impresión directa de estos, se combina, de manera harto chocante, con el uso de brackets y alambres low-cost y de pésima calidad. El ortodoncista ha de entender que el progreso tecnológico digital ha de ser una práctica que afecte de igual manera a los alineadores que al resto de su armamentario ortodóncico, y aquí estamos hablando de muchas cosas: aparatos de disyunción maxilar sinterizados, nuevos diseños de brackets, nuevas aleaciones, aparatos funcionales de diseño digital e impresión plástica 3D, férulas y guías quirúrgicas para cirugía o microimplantes, etc.

Pero el concepto y la práctica de la Ortodoncia Médica también ha de ayudar a separar el trigo de la paja, la evidencia científica de la psedociencia o de las más variadas escuelas esotéricas (se llamen holísticas o de rehabilitación neurofocal) donde se confunden los deseos del profesional con la realidad de la clínica. Me refiero a que, con explicaciones simplistas, no solo simples, y con un tratamiento sencillo, se puedan conseguir resultados asombrosos para la salud integral del individuo. Las explicaciones simplistas, en forma de hipótesis, teorías y ya no digamos leyes, se ajustan a la capacidad mental y de conocimientos del seguidor de dichas escuelas y solo basta escarbar discretamente en la historia de nuestra especialidad para conocer su origen decimonónico. No es momento aquí para desenterrar el origen de ideas tan superadas, pero conceptos como la expansión indiscriminada, la necesidad de masticar enérgica y bilateralmente, o la normalidad del desgate producido por la oclusión bibalanceada en dentición natural, solo por poner un ejemplo, tienen su origen en la filosofía roussoniana y el mito del buen salvaje (en este caso adornado con las más diversas teorías, falsas, antropológicas sobre la capacidad de los humanos para tener 32 dientes en perfecta oclusión, o lo que es lo mismo, en considerar al apiñamiento y la falta de desarrollo de los maxilares, como una verdadera enfermedad de la evolución). ¡Qué bueno sería que la ciencia fuera tan causal y sencilla, y no estuviera sujeta a otras mil variables!

En definitiva, la expansión de la ortodoncia cosmética y estética, cuyo paradigma es hoy el tratamiento con alineadores, ha de complementarse con la mejora general del resto de los tratamientos de ortodoncia. Nuestra clínica no ha de convertirse en un punto de venta de las grandes compañías de alineadores, sino que hemos de devolver a la Ortodoncia y Ortopedia Dentofacial su carácter médico y esta visión ha de promocionarse desde las universidades, los centros de formación en Ortodoncia y las diferentes sociedades científicas que nos representan. El futuro de nuestras clínicas y de la propia especialidad depende de ello; nuestros pacientes nos lo agradecerán.

Deja un comentario